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El Real Madrid supera su propio caos y brilla frente al Celta | Fútbol | Deportes | EL PAÍS

Cuando el Real Madrid parecía haber emergido del abismo al que había caído tras el desastroso clásico en Arabia, volvió a sumergirse, ahondando un poco más, rozando la asfixia, tocando fondo y finalmente escapando del agujero en la prórroga, avanzando así a los cuartos de final de la Copa del Rey. Sigue en estado de desconcierto, pero aún permanece en la lucha, después de ofrecer una versión aún más desquiciada de las locas noches en el Bernabéu, donde el resurgente Endrick transformó el encuentro.

Antes del desenlace liberador en el segundo tramo del tiempo extra, había atravesado todos los mundos emocionales y de juego imaginables. Hubo muchos partidos en uno. Superó un tramo de duelo y enfado de su gente, otro de resurgimiento progresivo con el impulso de Mbappé y uno incluso recreativo. En ese punto, ya con 2-0 y una buena colección de buenas ocasiones para más, después de un paseíllo de aplausos para los cambios, Camavinga, que había concedido un penalti a Gavi en Yeda, dio un mal pase en la salida y rescató al Celta, que no había bajado los brazos, aunque las butacas ya habían empezado a vaciarse. Se perdieron la película clásica del Bernabéu, pero al revés: el Madrid, remontado cuando parecía que ya no había más. En realidad, el Madrid se remontó a sí mismo con un penalti de Asencio que permitió el empate. Como si hubiera olvidado las frustraciones que ha provocado a otros, como si persiguiera demostrar que podía empeorar el desastre de Yeda, pero por otro camino.

Y eso que sabía cómo estaba su gente, con ganas de desahogo ya desde las presentaciones por megafonía. Tchouameni empezó a coleccionar silbidos antes de empezar, más que Lucas Vázquez, Vinicius y Ancelotti. El italiano introdujo seis cambios respecto al clásico de la final, pero mantuvo a los más señalados, sobre todo el francés, aunque lo situó como pivote. Y allí dejó un partido muy notable, tal vez su mejor función del año. Su lugar al lado de Rüdiger lo ocupó Asencio, el más celebrado, atento y contundente al corte. Pero hasta eso se dio la vuelta cuando derribó a Bamba a cinco segundos del minuto 90 y Marcos Alonso abrió con su gol el paso a una prórroga insólita.